Inteligencia canina
- María Marta Valero
- 5 ene 2016
- 3 Min. de lectura

Aquellos que tengan un perro en casa sabrán hasta qué punto puede sorprenderles su querida mascota en los momentos menos esperados. Y es que a día de hoy son muchos los estudios que corroboran que la inteligencia de este fiel peludo es muy semejante a la de un niño pequeño.
Una de las características que descubrieron los científicos fue la extraordinaria capacidad de los canes de retener y recuperar información. Así mismo quedó plasmado con un border collie capaz de reconocer los objetos por su nombre. Con ello, llegaron a la conclusión de que los perros asimilan el vocabulario a través de la inferencia y exclusión.
Para analizar hasta qué punto han desarrollado dicha facultad, el psicólogo Paul Bloom, de la Universidad de Yale, mezcló libros y juguetes que el perro no había visto con anterioridad. De forma que cuando se le pedía que “cogiera un juguete”, el animal se dirigía a cualquier objeto de juego mientras que si se le indicaba que cogiera un “no juguete” escogía un libro.
Por otro lado, se concluyó que la memoria canina se parece bastante a la del ser humano gracias a una prueba realizada. Esta consistía en incentivar con un premio a un grupo de perros para abrir una puerta tras haber visto cómo una persona lo hacía. Por su parte, reunieron a otro grupo de perros y trataron de que abrieran la puerta por sí mismos, sin que nadie sirviera como modelo. Ante esta situación, observaron que el primer grupo aprendía mucho más rápido que el segundo.
Otra de las cuestiones que han querido resolver los científicos es si realmente el perro tiene una cierta empatía. A fin de solucionar la incógnita se han realizado diversos experimentos como el llevado a cabo por las psicólogas Deborah Custance y Jennifer Mayer de la Facultad Goldsmiths donde examinar el comportamiento de 18 perros cuando una persona lloraba y cuando, por el contrario, la persona simplemente tarareaba o cantaba. Las psicólogas observaron que los canes se mostraban más preocupados con aquellas personas que estaban tristes.
Uno de los indicadores de empatía es el contagio del bostezo y para que se produzca es necesario tener una cierta estructura cerebral y las denominadas neuronas espejo que nos permiten reír, llorar o que bostecemos cuando vemos a alguien hacerlo. Así, en investigaciones recientes se concluyó que el 67% de los perros estudiados bostezaban cuando lo hacía una persona.
A todo ello hay que añadir el hecho de que los perros puedan llegar a interpretar nuestras señales no verbales y que con un simple gesto sepan donde les has escondido el juguete o el premio. Un experimento desarrollado por Jim Anderson en la Universidad de Stirling sacó a la luz que los perros nos comprenden de manera innata. En éste, se escondía un alimento que no desprendía olor dentro de una caja y a su lado se colocaban otras cajas. Una persona era la encargada de indicar con gestos al animal dónde se encontraba la recompensa y, como era de imaginar, los canes lograron su objetivo. De hecho, ese lenguaje no verbal también funciona entre sus propios congéneres.
En cuanto al habla, un estudio llevado a cabo por Victoria Ratcliffe y David Reby descubrió que para los perros el tono de voz es muy importante. El cerebro de éstos reaccionaba con mayor actividad en los casos en que suponían una entonación positiva.
Finalmente conviene señalar que es totalmente erróneo decir que hay algunas razas más inteligentes que otras puesto que más bien son las características de cada individuo lo que marcan la diferencia.
Y si tras estas evidencias, alguien continúa dudando de las habilidades de los canes, puede ver un interesante documental denominado “La vida secreta de los perros”.
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